martes, 3 de diciembre de 2013

En los dominios de Jeff Bezos: toda la verdad sobre Amazon

Un operario coloca cajas en un almacén de Amazon de Alemania. (EFE)

El éxito de las más grandes compañías de nuestro tiempo, que suelen pertenecer al sector tecnológico, suele explicarse por su capacidad de innovación, por su elevada inventiva, por arriesgar cuando otros se quedaron parados. De Bill Gates a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos, los líderes de estas firmas son retratados como personas especiales que fueron capaces de  llevar una compañía de la nada al cielo empresarial gracias al poder de la innovación disruptiva. Pero ¿es así? ¿Los grandes campeones lo son por utilizar métodos del siglo XXI o por haber reactualizado los del XIX? Porque muchas de estas compañías han logrado establecer excepciones que las hacen funcionar con las mismas ventajas que gozaban las grandes firmas de hace un siglo.
Así, la excusa de desenvolverse en un contexto novedoso en el que las amenazas son múltiples (“cualquier chico puede inventar algo que acabará con nuestra empresa”), ha terminado por justificar la enorme concentración del sector y los regímenes de monopolio, o de oligopolio en el mejor de los casos, son habituales en el mundo de las nuevas empresas. La normativa sobre competencia, que se ha aplicado con rigidez en ocasiones recientes, por ejemplo a la hora de abrir los mercados en el caso de empresas estatales que iban a dejar de serlo, se han infrautilizado en estos casos.
Es también habitual encontrar a las empresas tecnológicas entre las que deciden no pagar impuestos en los lugares en los que operan. Así, Google, una firma cuyo volumen de negocio es de los más importantes dentro del sector, sólo ha pagado en España 33.000 euros gracias a un agujero legal que permite trasladar sus beneficios a Irlanda, donde el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es mucho más reducido, y transferirlo de nuevo hacia el paraíso fiscal de Bermudas. Y lo mismo ha ocurrido en otros países europeos, como el Reino Unido, donde se han puesto en marcha campañas para que firmas como Amazon o Google paguen las cantidades que les corresponden.
Y, por último, no es extraño encontrar a firmas tecnológicas entre las que vulneran la ley y ganan dinero con ello. Según The Guardianla NSA pagó millones de dólares a Yahoo, Google, Microsoft y Facebook por gastos vinculados al espionaje de sus propios usuarios.

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